El resultado de procesos tanto fototrópicos (Fotosíntesis) donde las plantas obtienen energía a través del sol, y geotrópicos donde se obtienen minerales a través de la tierra, es el pigmento de color verde llamado clorofila que es para las plantas lo que para el cuerpo es la sangre.
Existen varios tipos de clorofila de acuerdo a su composición molecular y en la forma de absorción de distintas longitudes de onda luminosas, el tipo más común es la clorofila tipo A que constituye el 75% de toda la clorofila de las plantas verdes, siendo la alfalfa una de las principales fuentes de obtención de la clorofila; se requieren aproximadamente 400lb. de alfalfa para producir 1lb. de clorofila líquida.
La Clorofila en el cuerpo es absorbida por la sangre a través del sistema linfático, y ésta favorece la oxigenación celular aportando moléculas como el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, teniendo una estructura molecular muy parecida a la hemoglobina, con la única diferencia que como componente central se encuentra el magnesio, lo que le da a la clorofila el poder de solventar situaciones de anemia, esto lo describió el ingeniero químico alemán el Dr. Willstätter en 1913.
En la década de 1960 el Dr. H.E. Kirschner llegó a la conclusión de que “La clorofila es sanadora y poderosa. Devastadora con los gérmenes y virus pero suave con los tejidos y órganos enfermos del cuerpo. La forma en la que trabaja es un secreto de la naturaleza. Parece magia verde”.
Este pigmento verde es el único sistema natural que a través de la alimentación puede transmitir al ser humano la energía procedente del sol, por lo que le da múltiples funciones terapéuticas, es un excelente antioxidante lo que le da el poder de regeneración y protección celular, tiene capacidad de desintoxicar ayudando a la función renal y hepática, es un estabilizador del pH evitando todos los procesos inflamatorios y ácidos, por lo tanto es desodorizante evitando una proliferación bacteriana y así el mal aliento o el olor corporal fuerte, por su aporte de electrolitos favorece a la conducción y energía eléctrica del organismo, ayuda a el sistema digestivo, circulatorio, respiratorio y a procesos inmunológicos.